Remeras, gorras, pines, camperas. La cara del Che está estampada en todos lados. Los que se ponen esos accesorios tal vez no cayeron en la cuenta que es una contradicción del pensamiento del líder revolucionario. Los accesorios están vacíos de contenido. Se pierde el mensaje.
«No es sólo el rostro de un hombre en una camiseta»
Hoy Ernesto cumpliría 85 años.
No es sólo leer sus diarios de campañas e imaginar la situación. Es ir más allá y tratar de entender una forma de vivir. Una ideología. Es tener que agarrar textos de Marx y Lenin para comprender ciertas afirmaciones. Ciertas decisiones.
Antes de ser asesinado en Bolivia grabó un poema para su segunda esposa, Aleida. El texto es de César Vallejo, y se llama ‘Los heraldos negros’. Él lo sabía de memoria:
Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé.
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… Yo no sé.
Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre… Pobre… pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como un charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes … Yo no sé!